sábado, 24 de agosto de 2013

Capitulo veintisiete.












• Capitulo veintisiete. – I love you.

Miro el reloj, las diez en punto, me levanto de la gran acolchada cama, camino hasta uno de los armarios, allí agarro una camiseta blanca con algunos dibujos de calaveras y letras junto a un pantalón tejano algo roto y unas victoria blancas.

Necesito ver a Justin, mi cuerpo está algo dolorido, así que el de Justin no sé cómo debe de estar.

Camino hasta su habitación, toco unas dos veces, nadie abre, decido entrar.

Allí está él, no lleva camiseta, unas finas sabanas de franela lo cubren de cintura para abajo. Sonrío ante el bonito paisaje que está frente mis ojos; Justin.

Me siento en un borde de la cama, acaricio cada moratón que este tiene en su cara, acariciaría los que tiene en su torso pero si despertara y me viese haciendo eso sería algo raro.

No me gusta la idea de que esos morados, cortes y demás sean por mi culpa, por salvarme la maldita vida, por no dejar que esos cerdos me mataran.

Perfilo uno de sus tatuajes con mi dedo índice, el de los números romanos.

Suspira, sus labios están entreabiertos, dan ganas de besarlo, realmente tienta, no tendría ningún problema en hacerlo si no fuera porque no somos nada, aun que nos queramos… No somos nada.

— Ashley. —Murmura entreabriendo los ojos, esos preciosos ojos mieles quedan fijamente mirando los míos.

— Vine a despertarte. —Muerdo mi labio nerviosa, quizás el no quería que lo despertase.

— Me gusta la idea. —Curva sus labios sonriendo, hace un hueco en su cama, lo miro atentamente, no sé con claridad lo que él intenta decir con eso. — Vamos, ven aquí. —Murmura acomodándose, haciendo el hueco más grande para que yo me tumbe con él.

Sonrío, quito mis zapatos y entro en la cama; su cama. Él me rodea con uno de sus brazos, intento que haya algo de distancia entre nosotros pero la poca que hay él la rompe acercándome más aún a él, haciendo que nuestros cuerpos tengan contacto.

Apoyo mi cabeza en su pecho –Realmente él ha hecho que haga eso- él acaricia mi cabello, juguetea con mis ondas.

Aún no puedo creer que esto sea real, que ahora mismo esté tumbada con él en su cama, que sienta lo mismo que yo y que aun que no seamos nada estemos jodidamente bien.

— ¿Estás bien? —Rompo el silencio, odio ese silencio incómodo que se crea a causa de la gente que en vez de hablar piensan y quedan así mediante largos minutos.

— Si pero he de reconocer que ahora que estás aquí estoy aún mejor. —Acaricia mi mano, enredamos nuestros dedos, los miro.

Nos vemos como una jodida pareja.

— ¿No te duele? —Lo miro preocupada, me preocupa que esos golpes puedan ser algo grave.

— No.

— No mientas, sé cuando mientes. —Hago una mueca, él suspira.

— ¿Enserio? —Me mira, yo asiento. — Entonces deberías de haberte dado cuenta de que todo aquello que dije acerca de la apuesta era mentira. —Su mirada es tranquila, está relajado, pero yo en cambio estoy todo lo contrario.

— Y-Y-Yo…

Mierda, seré gilipollas.

— Tranquila. —Susurra acariciando mi brazo. — ¿Podría despertar así todas las mañanas? ¿Sería mucho pedir? —Sus ojos mieles están clavados en mí.

— ¿Enserio? —Enarco una de mis cejas él sonríe.

— Sí, totalmente, pero podría estar mejor.

— ¿Cómo? —Lo miro, su mirada baja a mis labios, humedece los suyos y se acerca lentamente.

Nuestros labios chocan,  un beso muy lento, pero apasionado y dulce, todos los sentimientos perfectos que pueda haber en el mundo añadiendo el sabor tan dulce que estos desprenden.

El pone una de sus manos en mi espalda impulsándome hacia él para que el beso sea más profundo, más delicioso.

Nos separamos por falta de aire, quedo observando algún lugar de la habitación mientras noto que la mirada de Justin está puesta en mí, eso me pone nerviosa.

— Esto es raro. —Dice él incorporándose a la vez que rasca su nuca.

— Sí un poco. —Digo aún estando en algún lugar perdido de mi mente. — ¿Cuándo te diste cuenta? De que me querías digo…

— Um, creo que lo admití el día en el que llegamos a Italia, pero decidí guardármelo, cuando supe que me querías me quedó completamente claro que no debía de decírtelo.

— ¿Porqué? —Frunzo el ceño, lo miro atenta, él mira el techo.

— Era peligroso, bueno, lo es, ya lo has visto. —Suspiro al recordar semejante escena. — Por eso dije todo aquello de la apuesta y de que simplemente fue un beso. —Aclara.

— Oh. —En cierta parte eso me alivia. — ¿Entonces no lo decías enserio?

— Ya te dije que no.

— ¿En qué mierda estás metido Justin? —Frunzo el ceño, él me mira, traga saliva.

— Ni yo lo sé. —Hace una pausa. — En realidad todo esto viene porque yo en cierta forma estafé a la mafia Rusa, pero ni yo lo sabía, fue el cabrón del camello. —Bufa.

— Oh. —Miro el techo.

— ¿No dejarás de decir oh? —Una risita escapa de entre sus labios.

— ¿Huh? —Lo miro, realmente no he prestado mucha atención, él vuelve a reír.

— Johnson, Johnson…

— Tengo que ir a hacer cosas. —Digo sentándome en el borde de la cama para irme.

— Espera. —Me detiene agarrando mi mano.

— ¿Qué? —Lo miro curiosa, él baja su vista a mi muñeca, queda mirando mis cortes, eso me estremece.

— No lo vuelvas a hacer, por favor. —Susurra acariciando los cortes, me mira a los ojos, su mirada es dura.

— Justin… —Me interrumpe.

— No, Ashley, me sentí fatal. —Murmura, su mirada se pierde en algún lugar de la sala.

Ya somos dos.

— ¿Cómo crees que me sentí yo? —Digo tajante.

— Ashley…  Yo no sabía nada, y en teoría tú no tenías que haber visto nada. —Rasca su nuca, parece nervioso.

— Pero lo vi. —Sonrío amargamente.

— No lo volverás a ver.

— Fue tan… —No me deja terminar.

— Shhh.. No volverá a suceder ¿entendido? —Sus brazos me rodean haciéndome sentir protegida como si estos fueran mi escudo.

Aspiro su aroma, dios santo, como amo su perfume, este chico a todas horas huele bien.

Acaricia uno de mis muslos, sus manos son suaves para ser de hombre además de tener ese control sobre mi piel haciendo que  con cada caricia que me dé esta se erice.

Lo miro directamente a los ojos, me pierdo en ellos.

Es como que cuando lo miras sus ojos transmiten paz, te sientes bien mirándolos, olvidas tus problemas, el único problema que tienes en ese momento es intentar no perderte en su mirada.


{Justin}


Es perfecta, creo que no existe mujer más perfecta en el mundo, diría que ya no es sólo su belleza lo que enamora, sino también su forma de ser. Esa forma que ella tiene de acunarte, de hacerte sentir bien, de olvidar los problemas, de sacarte una sonrisa, de hacerte feliz.

Me gustaría darle lo que merece, una vida normal, fuera de problemas, de escorias que intenten usarla para así tenerme bajo sus asquerosas manos. Pero simplemente es imposible, he aceptado este modo de vida, y así será por mucho más tiempo. El peligro es duro en cuanto tienes familia, amigos y alguien más importante, la persona de la que estás totalmente enamorado, ya que para esos cerdos eso es un puto a su favor, saben que tocando a alguien de mi entorno yo reaccionaré e inmediatamente tendrán más acceso a lo que quieren; yo.

La miro, sus ojos son cristalinos, podrías perderte fácilmente en ellos. Reflejan algo de miedo, inseguridad, angustia, pero aún así te hacen sentir bien, como siempre, toda ella haciéndome sentir bien ¿raro eh?

Me acerco a su cuello dejando un húmedo beso en este, noto como su piel se eriza, el tenerme tan cerca le pone nerviosa, y eso es lo que más me gusta de una chica, me gusta ponerlas nerviosas.

— Eres preciosa. —Murmuro contra su cuello, aspiro el dulce aroma que su cabello desprende; frutas.

Dejo una hilera de besos desde su clavícula hasta las comisuras de sus labios, de sus perfectos y rosados labios.

— Ahh… —Deja escapar un leve gemido, sonrío.

— ¿Qué fue eso? —Digo divertido, la miro, se ruboriza, sus mejillas se tiñen de un rojo vivo.

— No hagas eso. —Cruza sus brazos a la vez que muerde su labio inferior, siempre lo hace cuando está nerviosa, pero eso es tan tentador para mí.

— ¿No te gusta? —La miro, enarco una de mis cejas, ella mira sus manos mientras juguetea con ellas nerviosa.

— No es eso.

— ¿Entonces te gusta? —Río entre dientes.

— ¡Justin! —Me empuja, yo río, rodeo su cintura tirando de ella hacia mí haciendo que quede encima, tumbados, ella encima de mí.

— Eres preciosa.

— Ya lo dijiste. —Frunce el ceño, sonríe.

— ¿Ah sí? —Me hago el sorprendido, meto mi mano bajo su camiseta acariciando su suave espalda, ella abre los ojos. — Entonces te diré que eres perfecta. —Susurro aferrándola más a mi cuerpo, sus mejillas vuelven a adaptar un color rojizo.

— Eres tan tonto. —Sonríe negando, mira mis labios, humedece los suyos, rápidamente aparta la mirada.

— ¿Siempre voy a tener que besarte yo? —Frunzo el ceño, seguidamente me acerco a sus labios, antes humedezco los míos.

Rozo mis labios con los suyos tentándola, no pienso volver a besarla yo, ella también va a tener que dar ese paso, no puede vivir con vergüenza toda su vida.

Intenta encontrar mis labios, que los abra para así ya poder besarme, pero se lo pongo difícil, quiero que haga lo que siempre hago yo.

— Hm… —Se queja intentando que le de paso, yo río.

— Te toca a ti esta vez. —Murmuro.

En ese preciso momento ella roza mis labios, pasa su lengua por mi labio inferior pidiendo paso, -ahora si- nuestros labios se unen, bailan a un mismo compás, perfecta sincronización, como si estuvieran destinados a estar por siempre unidos.

Acaricio su espalda nuevamente bajo la tela de su camiseta, mi otra mano acaricia su pierna desnuda, sonrío en medio del beso, ella vuelve a soltar un pequeño gemido en señal de sorpresa.

Acaricia mi torso, pasa sus manos por mis abdominales, haciendo que hasta yo quede sorprendido.

¿Cómo puedes ser tan perfecta? ¿Dime?

Nos separamos por falta de aire, rápidamente ella vuelve a mis labios,  los muerde, juguetea con ellos mientras nuestras lenguas se entrelazan.

Quito su camiseta con la ayuda de sus manos, rápidamente queda sentada sobre mi lo cual no es todo un error, porque mi querido amigo no tarda en darse cuenta y demonios.

Ella nota la presión bajo su trasero y ríe en mitad del beso, yo río también al ver su reacción.

Me incorporo con ella encima, beso el nacimiento de sus pechos, ella lleva un sujetador negro con  encaje rosado, es condenadamente sexy.

Me empuja tirándome de nuevo a la cama, siento un horrible pinchazo en uno de los costados, justo por las costillas, un terrible  dolor.

— Ahh. —Gimo a causa del dolor, ella se aparta, me mira sorprendida pero preocupada, se sienta a mi lado, yo maldigo el dolor.

— ¿Qué ocurre? —Dice alarmada.

— Me duele. —Señalo justo de donde proviene el dolor, en realidad ya me dolía, pero ahora me duele más.

— Lo siento, no quise hacerte daño. —Tapa su boca con una de las manos.

— No, no hiciste nada, tú fuiste perfecta. —La miro, ella aparta su mirada. — Simplemente debería de hacer algo de reposo, Jeremy me dijo eso. —Me encojo de hombros.

— Huh, eh ya, claro, será mejor que me vaya. —Se levanta de la cama llevándose con ella la camiseta, se la pone y camina hacia la puerta apresurada.

— ¡Eh espera! —Digo levantándome de la cama, pero un fuerte dolor me impide seguirla. — Mierda. —Murmuro mirando por donde ella acaba de irse.

Quizás está asustada, seguramente lo que ha pasado es nuevo para ella, en realidad lo sé, me lo dijo en aquella fiesta en la cual ella quería que me la follara.

Sólo tengo que esperar, si hace falta esperaré, sólo por ella.


Raro pero cierto, Bieber conteniendo sus ganas de follar por una chica.

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