miércoles, 7 de agosto de 2013

Capitulo diecinueve.








Capitulo diecinueve – Ponte Vecchio.


Desperté a causa de mi despertador, yo no recordaba haberlo puesto a las “8:30 am”.

Mierda, sí, no sé cómo podía haberlo olvidado, yo y Justin íbamos a dar una vuelta por Florencia, él quería enseñármela, al parecer él sabía mucho de todos los lugares bonitos ya que en el instituto había estudiado bastante sobre Italia.

Camino hacia la maleta ya que todavía no lo he acomodado todo, saco una camisa azul turquesa junto a unos shorts blancos y unas vans azuladas también, me visto y cuando estoy cepillo mi cabello, este queda ondulado, tal cual es.

Bajo las escaleras mientras miro el móvil “Buenos días dormilona, espero que estés ya lista, solo camina hacia el exterior de la casa, no tardes, desayunaremos fuera. —Justin.” Sonrío como tonta sin saber porqué, pero me hace ilusión el pasar tiempo con él sin tener esa necesidad de ser horrible, de hacerme la dura y de siempre intentar quedar mejor que él.

Al salir de la casa siento como mis pies se hunden en esa esponjosa y fresca hierba, camino hacia el asfalto, allí está él, con una camiseta roja junto unos pantalones negros y unas supra blancas, añadiendo su cadena de oro, que tanta gracia provoca en mí, realmente se ve rudo con eso.

¿Preparada para enamorarte? —Sonríe tierno, pero al momento una mueca se forma en su rostro, realmente a dado a entender algo que no debía.

Río algo nerviosa al encontrar su doble significado, pero no le doy importancia, camino hacia él aún sin perder la sonrisa que traía.

Preparada. —Afirmo, él sonríe de nuevo mostrando sus preciosas perlas, seguidamente abre la puerta del coche con intención de que yo entre, lo miro agradecida, gestos así enamoran a una chica.
Ponte Vecchio. —Le dice al chófer.
Me gusta tu acento Italiano. —Reconozco, él sonríe de lado, sin querer mi pierna roza la suya haciendo que una risa algo nerviosa salga de entre mis labios, él no dice ni hace nada, solo fija su mirada en el pequeño “accidente”.
¿Porqué? Ah, ya sé, soy sexy. —Ríe bromeando, lo cierto es que lo es y mucho.
Sí bueno, más el idioma. —Miento.

+

Justin muy caballerosamente sale él primero del coche para abrir mi puerta, como siempre hago le agradezco el gesto, el sólo estira su mano en señal de que la acepte, así hago, enredo mis dedos entre los suyos haciendo una especie de lazo en ellos.

Caminamos hacia una especie de pastelería, sólo venden dulces, bombones, pasteles, caramelos, todo tipo de chocolates.

Uh… ¿Pretendes hacerme engordar? —Río, él frunce el ceño y ríe también.
Bueno… —Hace una tierna mueca, eso hace que mis ganas de apretar sus mejillas aumenten, realmente es adorable.
¿Vamos a desayunar aquí? —Digo apreciando cada dulce colorido del escaparate, él asiente empujándome hasta el interior de la tienda, al entrar un dulce tintineo suena, uno de esos cacharros que suelen colocar sobre las puertas para saber cuando alguien entra… No sé exactamente como llamar a ese invento, pero el sonido que produce es celestial.

Una señora de unos setenta años de edad  vigila el horno, un dulce olor a fresas inunda mis fosas nasales haciendo que mi apetito aumente. La señora de cabello grisáceo sonríe al saber que la observamos, camina hacia el mostrador y se apoya en él muy sonriente.

Buongiorno, disculpen pero no hablo italiano, mi hijo ahora mismo no está aquí y él es el que atiende. —Dice la mujer algo nerviosa sin saber que nosotros hablamos el inglés.
Tranquila, hablamos su idioma. —Susurro dulce, la señora me recuerda algo a mi abuela y eso hace que un sentimiento de melancolía recorra mi cuerpo.
Oh bien, me alegro, es que soy un desastre, sólo llevo dos meses aquí y no domino el idioma, mi hijo cree que una está como para ir a clases. —Ríe negando con la cabeza mientras saca del horno un pastel rosado, supongo que de fresa, por eso el olor de antes.
No importa, yo llegué ayer y no sé hablarlo tampoco, pero nada. —Río mirando a Justin, él sonríe, la mujer ríe.
Que adorable pareja, me recuerdan a mi marido y a mí cuando éramos jóvenes, todos unos tortolitos. —Se enorgullece ella.
Oh no, no somos pareja. —Aclara Justin riendo nervioso, yo solo noto como un ardor recorre mis mejillas, mierda.
Pues hacen una muy bonita pareja. —Coloca el pastel rosado en el aparador.
Bueno, me gustaría comprar algunos dulces. —Dice Justin cambiando por completo de tema, se lo molesto que llega a ser que la gente haga comentarios así, realmente más incómodo que molesto.
Oh sí, hmmm, les recomiendo los bombones de chocolate blanco, oh, esos están de muerte.
Está bien, esos pues y algunas golosinas de ahí. —Señala Justin indicando con su dedo índice a una maquina de caramelos.

La mujer agarra una caja blanca y deposita unos cuantos bombones de envoltorio dorado en el interior, seguidamente agarra una bolsa, la coloca debajo de la boca de la maquina y hace girar una palanca haciendo que esta escupa caramelos.

Tome. —Le entrega la compra a Justin.
¿Cuánto es? —Pregunta él sacando su cartera.
Oh, no, es un regalo, son demasiado tiernos, acepten esta ofrenda. —Dice la anciana, yo niego rotundamente.
No, no. —Decimos al unísono Justin y yo, la anciana ríe.
No insistan, no aceptaré su dinero.
Bueno, está bien, gracias señora. —Sonríe Justin para seguidamente salir conmigo detrás de la tienda.

Pasamos todo el día por Florencia, él me iba mostrando todas las calles que él sabía, sin duda alguna Florencia es un lugar encantador y totalmente romántico, sus paisajes son de postal y la verde hierba desprende un olor totalmente fresco.

Justin me llevó de nuevo a comer a un restaurante Italiano, esta vez pedimos pizza y tuve la oportunidad de escucharlo hablar más el tan sexy idioma que en él resaltaba mil veces más de lo habitual.

Digamos que volver a pasar todo el día con él me había hecho ver lo muy detallista y caballero que él era, una faceta totalmente diferente a lo que estaba acostumbrada a ver desde que llegué a Canadá y que realmente me sorprendía y fascinaba al mismo tiempo.

¿Te parece si damos un paseo? —Dice él humedeciendo sus sexy labios.
Claro, porqué no. —Susurro.

+

Caminamos observando el ambiente, un precioso anochecer, el cielo es naranja amarillento ahora mismo, todo un paisaje de película u postal.

Una anciana vende rosas a las parejas que pasean por allí, cuando nos ve no duda en acercarse.

¿Quanto costa? —Pregunta Justin a la señora, ella lo mira.
1€ —Responde la mujer, Justin rebusca entre sus bolsillos y saca la moneda, la curiosa mujer sonríe a la vez que le entrega una hermosa flor a Justin, él sonríe, me mira y me la entrega.
¿Para mí? —Pregunto sorprendida, curiosa.
Sí, ¿Qué tiene de malo? —Enarca una de sus cejas.
Nada, nada, gracias. —Sonrío a la vez que llevo esa bonita flor a mi nariz oliéndola.

Él pasa uno de sus brazos alrededor de mi cintura aferrándome más a su cuerpo, notando su calor corporal a pesar de la fina tela que nos separa a ambos.

Tras un rato de caminata él tapa mis ojos haciendo que me sorprenda aún más de todo lo que me estoy sorprendido en lo que lleva de día.

Te va a encantar. —Asegura mientras camina con sus manos aún en mis ojos.

Tras un rato, seguramente minutos, deja que por fin vea la “sorpresa”

Estamos sobre un puente un tanto viejo, de aire medieval diría, no tardo en observar sus hermosas vistas, pero hay algo que llama aún más mi atención; la cantidad de candados que se esposan a este.

Miro sorprendida a Justin, dejo su mano atrás para acercarme y apreciar más de cerca el decorado. Al parecer muchos nombres de parejas supongo, figuran en ellos. Sonrío tierna, cuanto desearía yo poder hacer algo así junto a mi pareja, sería tan romántico.

¿Te gusta? —Pregunta él muy cerca.
Es muy bonito. —Aseguro algo nerviosa al notar chocar su cálido aliento contra mi cuello.
¿Sabes? Los candados tienen su historia. —Dice él. — Millones de parejas han visitado el puente por este motivo. —Señala los candados. — La leyenda dice que si una pareja ata un candado al puente su amor durará para siempre, será eterno, ¿y sabes? Siempre pensé en atar uno de esos candados. —Dice a la vez que rebusca entre sus bolsillos y saca un candado dorado junto a un permanente.

Simplemente quedo sin palabras, como si mi cuerpo no reaccionara, primero la flor, ahora esto, simplemente este chico no deja más que dejarme sin palabra alguna, todo una caja de sorpresas.

Lo observo muy atentamente, él escribe algo en el candado, pronto me percato de lo que él ha escrito es “Justin, *corazón*, Ashley”. Mis piernas flojean, realmente si piensa en ponerme nerviosa lo está consiguiendo, no sé qué diablos pretende con todo esto, pero cada vez empiezo a pensar una cosa, y diablos no lo quiero aceptar.

Él rodea mi cintura con sus brazos, yo pongo una mano en el candado que él sostiene, ambos a la vez lo abrimos y lo enganchamos entre los muchos candados que los enamorados han puesto, lo raro de esto es que nosotros no somos pareja y estamos poniendo uno de esos.

Quedo mirando la increíble luna que ya empieza a hacer presencia en el cielo, sonrío como si algo increíble hubiera ocurrido hoy, dejo caer un leve suspiro admirando las increíbles vistas que el puente nos brinda.

Sabía lo de los candados, por eso traje uno, quería unirnos más. —Susurra, él apoya una de sus manos sobre la mía acariciándola lentamente con su pulgar.
No hace falta un candado para saber que hemos vuelto a recuperar esa amistad que anhelábamos…
Pero me pareció bonito, así que ya sabes. —Dice mirando el paisaje también.
Gracias. —Murmuro.
¿Porqué? —Pregunta iluso.
Por el magnífico día que hoy me has hecho pasar. —Le miro, él fija su mirada en mi, veo como traga saliva, maldita sea, no puedo estar más nerviosa, odio esta sensación.
No me des las gracias, yo no te doy las gracias siempre que sonríes. —Dice sin más, yo quedo muda.
¿Qué sonrío? —Tartamudeo, él asiente con una leve pero brillante sonrisa.
Me gusta verte sonreír, es como que me siento mejor aún conmigo mismo, trasmites paz. —Deja mi mano para acariciar mi mejilla, eso hace que quedemos ambos a escasos centímetros mirándonos profundamente a los ojos.
Me has sorprendido. —Río.
Ya, me alegra que no sea el único en sentir eso. —Sonríe de lado, baja su mirada a mis labios, él se acerca lentamente. ¡Maldición Ashley, reacciona! Grita mi subconsciente, pero lo ignoro, él besa cuidadosa y lentamente mis labios a la vez que yo sigo su beso, increíblemente perfecto.
Sus labios son como la miel, dulces, y cuando los pruebas son como que una completa adicción, ese delicioso sabor que desprenden; simplemente son únicos.

Nos separamos por falta de aire, sonrío nerviosa y tímida, él muerde su labio inferior, desvía su mirada hacia el paisaje y suspira.

{Justin.}

No puedo creer lo que estoy llegando a hacer, esto no es nada propio de mí, no soy de esos chicos los cuales andan regalándole los oídos a una chica ni tampoco de esos romanticones los cuales pasan todo el tiempo haciendo cosas bonitas, pero hoy sin más lo estoy haciendo y el motivo me enfada.

No sé porque si quiera la he besado, esto es un jodido error, yo no siento nada por ella, o eso quiero pensar, quizás si es cierto, ella me gusta, pero es un error, un maldito error, si esos tipos se enteran no dudarán en matarla, porque ellos saben cuál es mi punto débil, mi familia y amigos.

Ya la tuve que traer aquí porque siendo mi amiga no estaba segura allí en Canadá, no quiero que ahora ellos sepan que me gusta, tengo que olvidarla, no puedo sin más ir mostrando mis sentimientos al mundo, porque todo no es color rosa, en mi mundo ese color no existe, solo los tonos grises.

Desearía poder mostrarlos sin más como hasta ahora he intentado hacer con ella, porque realmente es lo que siento, solo siento ganas de abrazarla, besarla y regalarle momentos únicos, pero simplemente no puedo.
Un amor imposible, es como que otros están deseando que caiga aun que sea un poco para ahí ya matarme, hacer que me hunda en mis más profundos sentimientos y sensaciones. No puedo ir por ahí gritando a los cuatro vientos que me gusta, apenas acabo de reconocer lo que no pensaba reconocer, lo que nunca creía que ocurriría.

Ella no sé si sentirá lo mismo, pero me da igual, tengo que ser rudo, ser como yo soy, un chico despreocupado, mujeriego y por supuesto 0 sentimientos. No tengo por qué cambiar por la zorra, no tengo porqué hacerlo, tengo que olvidarla sea como sea, hacer que ella deje todo esto de un lado, hacer que ella no esté bajo el punto de mira de cualquier loco.

Sé que puedo parar esto ahora, sólo acaba de comenzar este estúpido sentimiento y sé que me veo con fuerzas de pararlo antes de que sea demasiado tarde como para poder hacerlo, porque sé que seguramente después estaré tan loco para Ashley que seguramente mataré a todo aquel que se acerque a ella, yo no estoy destinado a ser amado ni amar, simplemente vivir la vida, follar, fuera preocupaciones.

Busco entre mi bolsillo trasero el tabaco, cuando lo encuentro llevo un cigarrillo a mis labios a la vez que lo enciendo aspirando ese intenso sabor.

¿Ahora me dirás que no sientes nada? —Pregunta ella con un hilo de voz, la miro, endurezco mi mirada y tenso mi mandíbula, se que lo que diré a continuación si es que ella siente algo por mi hará que ella se sienta mal y me odie, cosa que quiero, porque sé que por más que intente ser solo su amigo fracasaré.
Mira Ashley, sé que soy un cabrón y todo lo que tú quieras, pero simplemente fue una apuesta. —Explico. —Yo no pretendía ser así, es más sabes de primeras que no soy un romántico empedernido, odio los tipos así, sólo hice una apuesta con los chicos en Canadá. —Encojo mis hombros, ella queda fría mirándome, noto como mi pecho arde al ver que unas lagrimas corren por su mejilla haciendo una carrera; un pinchazo en el pecho.
Llévame a casa. —Pide sollozando.

Otro pinchazo justo en el centro del pecho.

Mira, siento haber hecho creerte que sentía algo por muy pequeño que fuera, realmente solo te veo como mi hermana pequeña. —Suspiro rascando mi cabeza a la vez que camino junto a ella.
Genial, no había creído nada, de todas formas no siento nada por ti, solo necesitaba besar a alguien. —Se excusa entre llanto.

Me alegro, porque realmente sé que soy un completo rompecorazones, pero contigo me duele, ya sabes, somos como hermanos. —Suspiro a la vez que contengo mis ganas de abalanzarme sobre ella y besarla. 

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