Desperté a causa de mi
despertador, yo no recordaba haberlo puesto a las “8:30 am”.
Mierda, sí, no sé cómo
podía haberlo olvidado, yo y Justin íbamos a dar una vuelta por Florencia, él
quería enseñármela, al parecer él sabía mucho de todos los lugares bonitos ya
que en el instituto había estudiado bastante sobre Italia.
Camino hacia la maleta ya
que todavía no lo he acomodado todo, saco una camisa azul turquesa junto a unos
shorts blancos y unas vans azuladas también, me visto y cuando estoy cepillo mi
cabello, este queda ondulado, tal cual es.
Bajo las escaleras mientras
miro el móvil “Buenos días dormilona, espero que estés ya lista, solo camina
hacia el exterior de la casa, no tardes, desayunaremos fuera. —Justin.”
Sonrío como tonta sin saber porqué, pero me hace ilusión el pasar tiempo con él
sin tener esa necesidad de ser horrible, de hacerme la dura y de siempre
intentar quedar mejor que él.
Al salir de la casa siento
como mis pies se hunden en esa esponjosa y fresca hierba, camino hacia el
asfalto, allí está él, con una camiseta roja junto unos pantalones negros y unas
supra blancas, añadiendo su cadena de oro, que tanta gracia provoca en mí,
realmente se ve rudo con eso.
— ¿Preparada para
enamorarte? —Sonríe tierno, pero al momento una mueca se forma en su
rostro, realmente a dado a entender algo que no debía.
Río algo nerviosa al
encontrar su doble significado, pero no le doy importancia, camino hacia él aún
sin perder la sonrisa que traía.
— Preparada. —Afirmo,
él sonríe de nuevo mostrando sus preciosas perlas, seguidamente abre la puerta
del coche con intención de que yo entre, lo miro agradecida, gestos así
enamoran a una chica.
— Ponte Vecchio. —Le
dice al chófer.
— Me gusta tu acento
Italiano. —Reconozco, él sonríe de lado, sin querer mi pierna roza la
suya haciendo que una risa algo nerviosa salga de entre mis labios, él no dice
ni hace nada, solo fija su mirada en el pequeño “accidente”.
— ¿Porqué? Ah, ya
sé, soy sexy. —Ríe bromeando, lo cierto es que lo es y mucho.
— Sí bueno, más el
idioma. —Miento.
+
Justin muy
caballerosamente sale él primero del coche para abrir mi puerta, como siempre
hago le agradezco el gesto, el sólo estira su mano en señal de que la acepte,
así hago, enredo mis dedos entre los suyos haciendo una especie de lazo en
ellos.
Caminamos hacia una
especie de pastelería, sólo venden dulces, bombones, pasteles, caramelos, todo
tipo de chocolates.
— Uh… ¿Pretendes
hacerme engordar? —Río, él frunce el ceño y ríe también.
— Bueno… —Hace
una tierna mueca, eso hace que mis ganas de apretar sus mejillas aumenten,
realmente es adorable.
— ¿Vamos a
desayunar aquí? —Digo apreciando cada dulce colorido del escaparate, él
asiente empujándome hasta el interior de la tienda, al entrar un dulce tintineo
suena, uno de esos cacharros que suelen colocar sobre las puertas para saber
cuando alguien entra… No sé exactamente como llamar a ese invento, pero el
sonido que produce es celestial.
Una señora de unos setenta
años de edad vigila el horno, un dulce
olor a fresas inunda mis fosas nasales haciendo que mi apetito aumente. La señora
de cabello grisáceo sonríe al saber que la observamos, camina hacia el
mostrador y se apoya en él muy sonriente.
— Buongiorno,
disculpen pero no hablo italiano, mi hijo ahora mismo no está aquí y él es el
que atiende. —Dice la mujer algo nerviosa sin saber que nosotros hablamos
el inglés.
— Tranquila,
hablamos su idioma. —Susurro dulce, la señora me recuerda algo a mi
abuela y eso hace que un sentimiento de melancolía recorra mi cuerpo.
— Oh bien, me alegro,
es que soy un desastre, sólo llevo dos meses aquí y no domino el idioma, mi
hijo cree que una está como para ir a clases. —Ríe negando con la cabeza
mientras saca del horno un pastel rosado, supongo que de fresa, por eso el olor
de antes.
— No importa, yo
llegué ayer y no sé hablarlo tampoco, pero nada. —Río mirando a Justin,
él sonríe, la mujer ríe.
— Que adorable
pareja, me recuerdan a mi marido y a mí cuando éramos jóvenes, todos unos
tortolitos. —Se enorgullece ella.
— Oh no, no somos
pareja. —Aclara Justin riendo nervioso, yo solo noto como un ardor
recorre mis mejillas, mierda.
— Pues hacen una
muy bonita pareja. —Coloca el pastel rosado en el aparador.
— Bueno, me
gustaría comprar algunos dulces. —Dice Justin cambiando por completo de
tema, se lo molesto que llega a ser que la gente haga comentarios así,
realmente más incómodo que molesto.
— Oh sí, hmmm, les
recomiendo los bombones de chocolate blanco, oh, esos están de muerte.
— Está bien, esos
pues y algunas golosinas de ahí. —Señala Justin indicando con su dedo índice
a una maquina de caramelos.
La mujer agarra una caja
blanca y deposita unos cuantos bombones de envoltorio dorado en el interior,
seguidamente agarra una bolsa, la coloca debajo de la boca de la maquina y hace
girar una palanca haciendo que esta escupa caramelos.
— Tome. —Le
entrega la compra a Justin.
— ¿Cuánto es? —Pregunta
él sacando su cartera.
— Oh, no, es un
regalo, son demasiado tiernos, acepten esta ofrenda. —Dice la anciana,
yo niego rotundamente.
— No, no. —Decimos
al unísono Justin y yo, la anciana ríe.
— No insistan, no
aceptaré su dinero.
— Bueno, está bien,
gracias señora. —Sonríe Justin para seguidamente salir conmigo detrás de
la tienda.
Pasamos todo el día por
Florencia, él me iba mostrando todas las calles que él sabía, sin duda alguna
Florencia es un lugar encantador y totalmente romántico, sus paisajes son de
postal y la verde hierba desprende un olor totalmente fresco.
Justin me llevó de nuevo a
comer a un restaurante Italiano, esta vez pedimos pizza y tuve la oportunidad
de escucharlo hablar más el tan sexy idioma que en él resaltaba mil veces más
de lo habitual.
Digamos que volver a pasar
todo el día con él me había hecho ver lo muy detallista y caballero que él era,
una faceta totalmente diferente a lo que estaba acostumbrada a ver desde que
llegué a Canadá y que realmente me sorprendía y fascinaba al mismo tiempo.
— ¿Te parece si
damos un paseo? —Dice él humedeciendo sus sexy labios.
— Claro, porqué no.
—Susurro.
+
Caminamos observando el
ambiente, un precioso anochecer, el cielo es naranja amarillento ahora mismo,
todo un paisaje de película u postal.
Una anciana vende rosas a las
parejas que pasean por allí, cuando nos ve no duda en acercarse.
— ¿Quanto costa? —Pregunta
Justin a la señora, ella lo mira.
— 1€ —Responde
la mujer, Justin rebusca entre sus bolsillos y saca la moneda, la curiosa mujer
sonríe a la vez que le entrega una hermosa flor a Justin, él sonríe, me mira y
me la entrega.
— ¿Para mí? —Pregunto
sorprendida, curiosa.
— Sí, ¿Qué tiene de
malo? —Enarca una de sus cejas.
— Nada, nada,
gracias. —Sonrío a la vez que llevo esa bonita flor a mi nariz oliéndola.
Él pasa uno de sus brazos alrededor
de mi cintura aferrándome más a su cuerpo, notando su calor corporal a pesar de
la fina tela que nos separa a ambos.
Tras un rato de caminata él
tapa mis ojos haciendo que me sorprenda aún más de todo lo que me estoy
sorprendido en lo que lleva de día.
— Te va a encantar.
—Asegura mientras camina con sus manos aún en mis ojos.
Tras un rato, seguramente
minutos, deja que por fin vea la “sorpresa”
Estamos sobre un puente un
tanto viejo, de aire medieval diría, no tardo en observar sus hermosas vistas,
pero hay algo que llama aún más mi atención; la cantidad de candados que se
esposan a este.
Miro sorprendida a Justin,
dejo su mano atrás para acercarme y apreciar más de cerca el decorado. Al parecer
muchos nombres de parejas supongo, figuran en ellos. Sonrío tierna, cuanto desearía
yo poder hacer algo así junto a mi pareja, sería tan romántico.
— ¿Te gusta? —Pregunta
él muy cerca.
— Es muy bonito. —Aseguro
algo nerviosa al notar chocar su cálido aliento contra mi cuello.
— ¿Sabes? Los
candados tienen su historia. —Dice él. — Millones de parejas han
visitado el puente por este motivo. —Señala los candados. — La
leyenda dice que si una pareja ata un candado al puente su amor durará para
siempre, será eterno, ¿y sabes? Siempre pensé en atar uno de esos candados. —Dice
a la vez que rebusca entre sus bolsillos y saca un candado dorado junto a un
permanente.
Simplemente quedo sin
palabras, como si mi cuerpo no reaccionara, primero la flor, ahora esto,
simplemente este chico no deja más que dejarme sin palabra alguna, todo una
caja de sorpresas.
Lo observo muy
atentamente, él escribe algo en el candado, pronto me percato de lo que él ha
escrito es “Justin, *corazón*, Ashley”. Mis piernas flojean, realmente si
piensa en ponerme nerviosa lo está consiguiendo, no sé qué diablos pretende con
todo esto, pero cada vez empiezo a pensar una cosa, y diablos no lo quiero
aceptar.
Él rodea mi cintura con
sus brazos, yo pongo una mano en el candado que él sostiene, ambos a la vez lo
abrimos y lo enganchamos entre los muchos candados que los enamorados han puesto,
lo raro de esto es que nosotros no somos pareja y estamos poniendo uno de esos.
Quedo mirando la increíble
luna que ya empieza a hacer presencia en el cielo, sonrío como si algo
increíble hubiera ocurrido hoy, dejo caer un leve suspiro admirando las increíbles
vistas que el puente nos brinda.
— Sabía lo de los
candados, por eso traje uno, quería unirnos más. —Susurra, él apoya una
de sus manos sobre la mía acariciándola lentamente con su pulgar.
— No hace falta un
candado para saber que hemos vuelto a recuperar esa amistad que anhelábamos…
— Pero me pareció
bonito, así que ya sabes. —Dice mirando el paisaje también.
— Gracias. —Murmuro.
— ¿Porqué? —Pregunta
iluso.
— Por el magnífico
día que hoy me has hecho pasar. —Le miro, él fija su mirada en mi, veo
como traga saliva, maldita sea, no puedo estar más nerviosa, odio esta
sensación.
— No me des las
gracias, yo no te doy las gracias siempre que sonríes. —Dice sin más, yo
quedo muda.
— ¿Qué sonrío? —Tartamudeo,
él asiente con una leve pero brillante sonrisa.
— Me gusta verte
sonreír, es como que me siento mejor aún conmigo mismo, trasmites paz. —Deja
mi mano para acariciar mi mejilla, eso hace que quedemos ambos a escasos centímetros
mirándonos profundamente a los ojos.
— Me has
sorprendido. —Río.
— Ya, me alegra que
no sea el único en sentir eso. —Sonríe de lado, baja su mirada a mis
labios, él se acerca lentamente. ¡Maldición Ashley, reacciona! Grita mi subconsciente,
pero lo ignoro, él besa cuidadosa y lentamente mis labios a la vez que yo sigo
su beso, increíblemente perfecto.
Sus labios son como la
miel, dulces, y cuando los pruebas son como que una completa adicción, ese
delicioso sabor que desprenden; simplemente son únicos.
Nos separamos por falta de
aire, sonrío nerviosa y tímida, él muerde su labio inferior, desvía su mirada
hacia el paisaje y suspira.
{Justin.}
No puedo creer lo que
estoy llegando a hacer, esto no es nada propio de mí, no soy de esos chicos los
cuales andan regalándole los oídos a una chica ni tampoco de esos romanticones
los cuales pasan todo el tiempo haciendo cosas bonitas, pero hoy sin más lo estoy
haciendo y el motivo me enfada.
No sé porque si quiera la
he besado, esto es un jodido error, yo no siento nada por ella, o eso quiero
pensar, quizás si es cierto, ella me gusta, pero es un error, un maldito error,
si esos tipos se enteran no dudarán en matarla, porque ellos saben cuál es mi
punto débil, mi familia y amigos.
Ya la tuve que traer aquí
porque siendo mi amiga no estaba segura allí en Canadá, no quiero que ahora ellos
sepan que me gusta, tengo que olvidarla, no puedo sin más ir mostrando mis
sentimientos al mundo, porque todo no es color rosa, en mi mundo ese color no
existe, solo los tonos grises.
Desearía poder mostrarlos
sin más como hasta ahora he intentado hacer con ella, porque realmente es lo
que siento, solo siento ganas de abrazarla, besarla y regalarle momentos únicos,
pero simplemente no puedo.
Un amor imposible, es como
que otros están deseando que caiga aun que sea un poco para ahí ya matarme,
hacer que me hunda en mis más profundos sentimientos y sensaciones. No puedo ir
por ahí gritando a los cuatro vientos que me gusta, apenas acabo de reconocer
lo que no pensaba reconocer, lo que nunca creía que ocurriría.
Ella no sé si sentirá lo
mismo, pero me da igual, tengo que ser rudo, ser como yo soy, un chico
despreocupado, mujeriego y por supuesto 0 sentimientos. No tengo por qué
cambiar por la zorra, no tengo porqué hacerlo, tengo que olvidarla sea como
sea, hacer que ella deje todo esto de un lado, hacer que ella no esté bajo el
punto de mira de cualquier loco.
Sé que puedo parar esto
ahora, sólo acaba de comenzar este estúpido sentimiento y sé que me veo con
fuerzas de pararlo antes de que sea demasiado tarde como para poder hacerlo, porque
sé que seguramente después estaré tan loco para Ashley que seguramente mataré a
todo aquel que se acerque a ella, yo no estoy destinado a ser amado ni amar,
simplemente vivir la vida, follar, fuera preocupaciones.
Busco entre mi bolsillo
trasero el tabaco, cuando lo encuentro llevo un cigarrillo a mis labios a la
vez que lo enciendo aspirando ese intenso sabor.
— ¿Ahora me dirás
que no sientes nada? —Pregunta ella con un hilo de voz, la miro,
endurezco mi mirada y tenso mi mandíbula, se que lo que diré a continuación si
es que ella siente algo por mi hará que ella se sienta mal y me odie, cosa que
quiero, porque sé que por más que intente ser solo su amigo fracasaré.
— Mira Ashley, sé
que soy un cabrón y todo lo que tú quieras, pero simplemente fue una apuesta. —Explico.
—Yo no pretendía ser así, es más sabes de primeras que no soy un romántico
empedernido, odio los tipos así, sólo hice una apuesta con los chicos en
Canadá. —Encojo mis hombros, ella queda fría mirándome, noto como mi
pecho arde al ver que unas lagrimas corren por su mejilla haciendo una carrera;
un pinchazo en el pecho.
— Llévame a casa. —Pide
sollozando.
Otro pinchazo justo en el
centro del pecho.
— Mira, siento
haber hecho creerte que sentía algo por muy pequeño que fuera, realmente solo
te veo como mi hermana pequeña. —Suspiro rascando mi cabeza a la vez que
camino junto a ella.
— Genial, no había
creído nada, de todas formas no siento nada por ti, solo necesitaba besar a
alguien. —Se excusa entre llanto.
— Me alegro, porque
realmente sé que soy un completo rompecorazones, pero contigo me duele, ya
sabes, somos como hermanos. —Suspiro a la vez que contengo mis ganas de
abalanzarme sobre ella y besarla.

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